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viernes, 18 de mayo de 2012

Julieta:
            El martes trabajamos con un texto llamado "En el bosque", un cuento de R. Akutagawa (escritor japonés) y les propuse una consigna vinculada a ese relato. Lo charlamos el martes (te llevo el cuento para fotocopiar). Un saludo cordial y buen fin de semana.

martes, 20 de marzo de 2012

Memoria de lector

Transcribo aquí el capítulo "Leer", perteneciente al libro Una idea genial, de Inés Acevedo (Ed. Mansalva, 2010), que está relacionado con nuestra primera actividad:

"    Cambió mi vida. Encerrada en mi cuarto, ya casi no jugaba con mis hermanos. Su diversión era sacarme el libro para que los persiguiera. Era puro escapismo...Leer por leer sin importar el contenido. Era perfecto. Todo me entusiasmaba. Solamente me importaba leer, porque esto implicaba una sensación  de quietud, preciada para mí, que tengo grandes dificultades para mantenerme sentada o de pie. Estar acostada produjo la rotura de muchos libros, pero los pegaba con sintex. Cuando estaba por la mitad de un libro empezaba a mirar a mi alrededor en busca del próximo. Leía antes dormir, al despertarme, a la tarde, en los recreos, en el colectivo, en el baño, en el auto y en los árboles. Un ruido de árbol me desconcentró del libro, y al levantar la cabeza todas las vacas que se habían acercado para mirarme se espantaron nerviosas. Miraba el atardecer ¡Lo digo de verdad! Todas las cosas del cosmos, el pasto, la corteza del árbol, el nido, se llenaban de un significado secreto que el atardecer señalaba por última vez. Leyendo yo estaba en armonía con la naturaleza.
      La biblioteca de mi casa no tenía libros infantiles. Leía los de la biblioteca Robin Hood, que me los prestaba Cristina, y había otros de bibliotecas vecinas y los de la escuela. La Sala de Lectura Infantojuvenil de Tandil tenía una valija viajera que iba a las escuelas rurales. Cuando teníamos nueve, mi mamá nos hizo socias. La biblioteca estaba llena de salas con alfombras de colores. Ahí estaban los libros de Elige tu propia aventura y muchas ediciones juveniles. Empecé ahí un taller de teatro. Cuando tenía diez y ya conocía la biblioteca de mi escuela, y mi mamá empezó a trabajar en la Escuela Normal, entonces iba a la biblioteca de ahí, pero era diferente, porque en la Sala de Lectura yo podía sacar todos los libros de las estanterías, pero en la de la Escuela Normal los libros estaban atrás de la bibliotecaria, y no se podía pasar, había que pedírselos a la secretaria, y ¿cómo saber cuál pedir? Muchas veces los libros me parecían viejos, aburridos y de feo olor.
     En cuarto grado logré impresionar a mi familia con una composición. La historia de dos hermanas gemelas que eran hadas causó sensación en la maestra, y mis papás se la dieron a leer a Pedro y Gema, los tamberos, quienes también quedaron admirados. Con esta composición mi hermana y yo hicimos una actuación enfrente del curso, en la que la tiza era el polvo mágico. Otra vez hicimos una obra de títeres sobre los tiempos coloniales. Le pedí a mi mamá que me trajera un libro de la Escuela Normal de obras de teatro coloniales y adapté una. Era la historia de una chica que quiere comprar con sus ahorros la libertad de su esclavo. Yo quería ganar el concurso, pero mi hermana era tan humilde que me dijo que haría equipo conmigo sólo si yo paraba de decir que quería ganar. Primero quisimos hacer una pulpería, pero como era difícil la escenografía, cambiamos por la historia de la chica y el esclavo. Teníamos el títere del padre de la chica, que era pelado, al de la chica le pusimos una esponja dorada en la cabeza, y el del negro era una bola de tergopol pintada con carbón. Todo era difícil... en el escenario quisimos que uno quedara sentado en un sillón pero se cayó y se golpeó la cabeza contra la mesa de madera. Me parece que no ganamos, pero yo siempre me sentía motivada por las competencias.
     Más o menos en esa época, la Sala de Lectura organizó un concurso de cuentos, y mi maestra Irene me impulsó a participar. Un día yo estaba en Tandil, en la Sala de Lectura, y una mujer que nos leía historias una vez por semana nos contó un cuento. En ese momento, no sé cómo, creí que la consigna del concurso era intentar copiar ese cuento.
     Con esta idea en la cabeza durante sesenta kilómetros volví a mi casa, entré al comedor y busqué una mesita. La encontré. Un mueble funcional plegable, de madera plastificada, modulable, con unos paneles que si los querías modular te agarrabas los dedos y que abajo tenía revistas Muy interesante amontonadas. La instalé en mi cuarto y me senté a escribir. Al final de la tarde el cuento estaba terminado. Después mi maestra lo corrigió, lo pasó a la computadora y lo presentamos en el concurso. No gané el primer premio, pero sí una mención a la "creatividad y "originalidad", y lo publicaron en el compilado con los demás. En este cuento se puede ver la influencia de Simbad el Marino y la parte que yo me copié es la que habla de los poderes predictivos de Esculapia. También aparece mi drama fastidioso, y otras cosas autobiográficas. "

Bienvenidos

Estimados estudiantes:

                                    Les doy la bienvenida a los estudiantes de la comisión 52 del Taller de Expresión I (cátedra Reale). Les propongo a través de este medio el intercambio de todo aquello relacionado con  nuestra asignatura. Aquí podrán evacuar sus dudas, plantear cuestiones que se vinculen con nuestra actividad, ejercitar la escritura, etc. Los espero.